Desarrollado en el siglo XVIII –en convivencia a principios
de siglo con el barroco, y a finales con el neoclasicismo–, supuso la
pervivencia de las principales manifestaciones artísticas del barroco, con un
sentido más enfatizado de la decoración y el gusto ornamental, que son llevados
a un paroxismo de riqueza, sofisticación y elegancia. El progresivo auge social
de la burguesía y los adelantos científicos, así como el ambiente cultural de
la Ilustración, conllevaron el abandono de los temas religiosos a favor de
nuevas temáticas y actitudes más mundanas, destacando el lujo y la ostentación
como nuevos factores de prestigio social.
La arquitectura pasó de la grandilocuencia barroca a un
gusto más delicado, de formas gráciles y con preponderancia de espacios
pequeños, de ambientes de recogimiento pensados para el bienestar y el confort.
Se puso de moda lo exótico, especialmente el gusto por el arte oriental. El
rococó se desarrolló sobre todo en Francia y Alemania, representado
principalmente por Ange-Jacques Gabriel (Petit Trianon de Versalles, Hotel
Biron de París), François de Cuvilliés (Pabellón de Amalienburg del Palacio de
Nymphenburg en Múnich), Johann Balthasar Neumann (Palacio Episcopal de
Würzburg) y Dominikus Zimmermann (Iglesia de Wies). En jardinería, al «jardín
italiano» sucedió el «jardín francés», de composición geométrica igual que el
italiano, pero con una perspectiva más larga, composición más simple, mayores
zonas de césped y un nuevo detalle ornamental: el parterre; destacan los
jardines de Versalles (diseñados por André Le Nôtre) y Aranjuez.
La escultura tiene un aire grácil, refinado, con cierta
pervivencia de las formas barrocas, especialmente por influencia de Bernini. En
Italia cabe destacar la Fontana de Trevi, de Pietro Bracci y Filippo della
Valle. En Francia destacó la obra de Edmé Bouchardon, Jean-Baptiste Pigalle y
Étienne-Maurice Falconet. En Alemania tenemos la presencia de Georg Rafael
Donner, Franz Ignaz Günther y los hermanos Asam (Cosmas Damian y Egid Quirin).
En España podemos reseñar a Juan Pascual de Mena y Luis Salvador Carmona.
La pintura se movió entre la exaltación religiosa o el
paisajismo vedutista en Italia (Giambattista Tiepolo, Canaletto, Francesco
Guardi), y las escenas cortesanas de Jean-Antoine Watteau, François Boucher,
Jean-Baptiste-Siméon Chardin y Jean-Honoré Fragonard en Francia, pasando por el
retratismo inglés de Joshua Reynolds y Thomas Gainsborough. Figura aparte es el
inclasificable pintor español Francisco de Goya, que evolucionó desde un sello
más o menos rococó hasta un cierto prerromanticismo, pero con una obra personal
y expresiva de fuerte tono intimista. Cultivó tanto la pintura como el grabado,
siendo igualmente de destacar sus cartones para tapices. Entre sus obras
destacan: los Caprichos (1799), La familia de Carlos IV (1800), El tres de mayo
de 1808 en Madrid (1814), las Pinturas negras (1820), etc.
Las artes decorativas tuvieron especial relevancia, ya que,
como se ha señalado, el rococó fue un arte de aire burgués dedicado a la
ostentación y el lujo. Se desarrolló notablemente el interiorismo, con especial
énfasis en el mobiliario, los espejos, las sedas, los tapices y los objetos de
porcelana. Esta última tuvo una gran difusión, sobre todo la de Sajonia y la de
Sèvres, con delicados motivos ornamentales, preferentemente de estilo oriental.
En porcelana se fabricaron también pequeñas tallas escultóricas con motivos
galantes, pastorales o de la Commedia dell'arte. En mobiliario se desarrolló el
«estilo Chippendale» (por Thomas Chippendale), caracterizado por el
eclecticismo, con mezcla de elementos góticos, rococó, palladianos y chinescos.
En España adquirieron notoriedad los tapices de la Real Fábrica de Santa
Bárbara, algunos de ellos diseñados por Goya. En esta época apareció la
litografía, nueva modalidad de grabado sobre piedra caliza, inventada por Aloys
Senefelder en 1778.
A nivel literario, el siglo XVIII fue el de la Ilustración,
proyecto iniciado con L'Encyclopédie de Diderot y D'Alembert y que supuso la
consagración del racionalismo a nivel filosófico, poniendo el acento en la idea
de progreso del ser humano y su capacidad ilimitada, concepto que estableció el
germen de la era moderna. Sus principales representantes fueron Montesquieu,
Voltaire, Denis Diderot, Jean-Jacques Rousseau, el Abate Prévost, André
Chénier, Giambattista Vico, Alexander Pope, Daniel Defoe, Jonathan Swift, etc.
En España se denotó la influencia francesa en una literatura crítica y
especulativa, ganando gran auge el género del ensayo; destacaron Benito
Jerónimo Feijoo, Diego de Torres Villarroel, Ignacio Luzán y José Francisco de
Isla. Es de remarcar la fundación en esta época de la Biblioteca Nacional y la
Real Academia Española.
El teatro en el siglo XVIII siguió modelos anteriores,
contando como principal innovación la reforma que efectuó Carlo Goldoni de la
comedia, que abandonó la vulgaridad y se inspiró en costumbres y personajes de
la vida real. También se desarrolló el drama, situado entre la tragedia y la
comedia. La escenografía era más naturalista, con un mayor contacto entre
público y actores. Los montajes solían ser más populares, atrayendo un mayor
público, dejando el teatro de estar reservado a las clases altas. Al
organizarse espectáculos más complejos, empezó a cobrar protagonismo la figura
del director de escena. Como dramaturgos destacan Pietro Metastasio, Pierre de
Marivaux, Pierre-Augustin de Beaumarchais y Voltaire. En España, Nicolás
Fernández de Moratín se enmarca en la «comedia de salón» dieciochesca, con base
en Molière.
Al rococó en música corresponde la llamada «música galante»,
que era más tranquila que la barroca, más ligera y sencilla, amable,
decorativa, destacando el sentimentalismo. Desapareció el gusto por el
contraste y se buscó la gradación sonora (crescendo, diminuendo). En la llamada
Escuela de Mannheim se desarrolla la música sinfónica, con la primera gran
orquesta moderna (40 instrumentos), iniciativa del elector Carlos Teodoro de
Wittelsbach. Su principal representante, Johann Stamitz, es considerado el
primer director de orquesta. De entre los músicos de la época destacan los
hijos de Bach: Wilhelm Friedemann, Carl Philipp Emanuel, Johann Christoph
Friedrich y Johann Christian –este último introductor del piano en la música
sinfónica, inventado en 1711 por Bartolomeo Cristofori–. En ópera, junto a la
culta aparece la «ópera bufa», de aire cómico, destinada a un público más
popular, con influencia de la Commedia dell'arte (Niccolò Piccinni, Baldassare
Galuppi).
La danza siguió desarrollándose sobre todo en Francia, donde
en 1713 se creó la Escuela de Ballet de la Ópera de París, la primera academia
de danza. Raoul-Auger Feuillet creó en 1700 un sistema de notación de danza,
para poder transcribir por escrito la diversa variedad de pasos de danza. En
esta época la danza comenzó a independizarse de la poesía, la ópera y el
teatro, consiguiendo autonomía propia como arte, y formulando un vocabulario
propio. Se empezaron a escribir obras musicales sólo para ballet, destacando
Jean-Philippe Rameau –creador de la opéra-ballet–, y comenzaron a surgir
nombres de bailarines destacados, como Gaetano Vestris y Marie Camargo. A nivel
popular, el baile de moda fue el vals, de compás ¾, mientras que en España
surgió el flamenco.
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